Wednesday, October 04, 2006

Hedonismo spa


Como mi mente no tiene remedio ya, últimamente cultivo más mi cuerpo. Tampoco es que me dedique de repente a levantar pesas. Mi época de gimnasio ya pasó (mentira: no llegó nunca; igual he ido 5 veces en mi vida a un gimnasio). Más que cultivar mi cuerpo, he llegado a la conclusión que lo que estoy haciendo es darle a mi cuerpo todo lo que me apetece. En resumen: que últimamente me estoy volviendo un golfo impenitente. A mis acostumbradas salidas nocturnas, fiestorros y desmadres varios, he añadido últimamente algunos nuevos placeres. He comenzado a acudir regularmente a una masajista que me deja destrozado y aplaca mi vena masoquista con increíbles dolores que me harían retorcerme de placer si pudiese moverme. Además, para terminar cada sesión, me deleita con un ummmmmmm que arranca de su cuenco tibetano... Qué cosas. También estuve el otro día en un gimnasio, pero sólo en las saunas. Ya sabéis: calor apestoso, ducha fría, vapor apestoso, ducha fría, calor apestoso, ducha fría.. y así hasta que el cuerpo aguante y los dedos parezcan los del chico de Solo en Casa cuando tomaba sus sobredosis de bañera. He decidido ir más a menudo. Esto de sudar sin hacer ejercicio, creo que sí pega más con mi personalidad.
También hemos retomado Octavio Margot y yo la costumbre de ir a la piscina.. Pero me deja exausto, porque él es todo un profesional de los largos (se hace 40 de tirón) y me deja en ridículo todos los días. Si tuviese algún sentido del ridículo, claro, que no tengo. Oct se está poniendo anorexiquísimo a base de trabajar mucho y patear de punta a punta la ciudad. Y últimamente tiene mucho éxito con las féminas admiradoras de su poesía y sus otros encantos. Siempre dije que era un dimanete en bruto. O un bruto de diamante. O algo así. Próximamente se colgará un nuevo portal de internet donde colabora y del que os hablaré (o no) cuando proceda.
Y para terminar este pequeño repaso a mis nuevos o retomados placeres, minicomentaros mi miniviaje de fin de semana a Milán, donde había quedado con Félix que se ha ido a vivir a Bélgica, y como los dos tenemos aeropuertos cerca con viajes de estos baratos, hemos decidido hacer quedadas culturo-festivas en distintas ciudades europeas.
Milán me pareció muy bonito, aunque seguramente por que mi espíritu estaba muy animado. Otro día podía parecerme horrenda, que es lo que pasa con las ciudades depende de cómo te pillen. Lo que no tiene discusión es que Il Duomo, la catedral de Milán, es uno de los edificios más impresionantes que he visto en mi vida. Y mira que he visto cosas. Impresionante, de verdad. Y eso que la fachada está cubierta por restauración. Una buena excusa para volver otro día. Una rápida visita a la Universidad, a San Ambrosio, a La Escala, a la Galería Comercial, a la calle de Napoleón, o algo así, con las tiendas más caras que he visto desde Los Campos Elíseos, donde te esperas chocarte de un momento a otro con la Beckham o la Obregón (además comenzaba ese sábado la semana de la moda y estaba lleno de periodistas japoneses filmándolo todo) y al metro (esto por necesidad; no tiene ningún aliciente cultural que no tenga cualquier otro metro) y unos cuantos paseos y se terminó el tiempo. Es lo que tienen las minivistas. Y de comer, pizza y MacDonnals, que sólo piso cuando estoy en el extranjero y no tengo ganas de complicarme la vida. Y Bérgamo, donde para el avión que conecta con Zaragoza, es un ciudad encantadora. Muy distinta arquitectónicamente de Milán, dominada por las decoraciones del estilo Lombardo. No sé si Bérgamo pertenece al Véneto o a Lombardía (luego lo miro) pero desde luego sus palacios tienen mucho más de Venecia que de Milán, y el recuerdo de Romeo y Julieta te asalta a cada paso.
Y a las 7 de la tarde estaba en casa. Es casi como la teletransportación de Star Trek, pero con el añadido de ver las coreografías perfectamente sincronizadas de las azafatas repitiendo la consabida salmodia de seguridad como si de unas Esther Williams cualesquiera del aire se tratasen.
Mi única desilusión del viaje ha sido desubrir que no puedo tener una conversación de más de 5 palabras en alemán y que encima este idioma del demonio ha infectado en gran manera mi inglés y mi francés, haciéndome dudar de todo. Y sobre todo dudar de si me matriculo a cuarto o lo dejo ya por imposible antes de que toda la academia se entere de que no tengo ni idea.

P.D.: Las fotos de arriba son de Milán. En una estoy dormitando en el tejado de la Catedral (donde por cierto me encontré a mi amigo Pedrito, que por lo visto iba en mi mismo vuelo), tras el agotador esfuerzo físico que me causa no dejarme llevar por mi vértigo galopante. La otra foto es una vista de una de las casas más sicotrónicas que recuerdo. Está tomada también desde el techo de Il Duomo. ¿No os parece como de otro mundo? O de Blade Runner, o de las tierras del Señor de los Anillos... Increíblebleble

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