The Passion of Lovers
Me encontré a Bunbury hace unas semanas en el concierto de El Galgo Rebelde. No sé si os he hablado de ellos. Creo que indirectamente si. Los Galgo es una especie de supergrupo montado alrededor de Jesús López, viejo colaborador de John Landis Fans, donde le conocí allá por 1985, y figura clave del pop zaragozano desde entonces, con grupos tan importantes como Lágrimas de Mermelada, Club Eléctrico o Malamente, entre otros. Sabiamente ha reunido a su alrededor a distintos amigos conocidos por otras carreras, hasta tal punto que casi me dio envidia cuando me lo contaron. Han editado un disco bastante redondo que aún tengo que escuchar más porque tiene miga.
A Enrique le vi bastante bien. Su merecida escapada a Cuba y el Ceda el Paso en su carrera, definitivamente le han sentado bien. Entre bromas (yo me río mucho con él: la verdad es que conmigo nunca ha sacado esa vena huraña o arisca de la que tanto se le ha tildado; supongo que nunca lo he merecido) le saqué el tema del famoso concierto de Zuera que colgó apenas comenzado y me acordé que todavía llevaba la entrada en el bolsillo… A ver quién es el guapo que se va de propio a Zuera una mañana para que te devuelvan 15 euros… Pues entre juju y jaja conseguí que me devolviese el dinero. Bueno, todo no, me conformé con 10 euros por no hacerle cambiar (intención puso) pese a que no paraba de decirme que estaba haciendo el bobo y que esa entrada, que por cierto nunca había visto, iba a valer mucho. Yo, por no quedar mal, le dije que tenía cientos de entradas de los Héroes guardadas para caso de necesidad y que si había prometido devolver el precio de la entrada, que cumpliese y se dejase de retórica. Todo esto ante la mirada estupefacta de Antonio Estación y Josegirl (y de los Sullivans y otros conocidos), que parecían esperar que Bunbu me saltase a la yugular. Pero no. Nos reímos del asunto y seguimos atentos al concierto.
De poco me sirvió. Antonio Estación cuasi me obligó a pagar una ronda con lo cual los 10 bunbueuros desaparecieron rápidamente, junto algunas monedas más, en las zarpas de la camarera. Bueno, sí me sirvió porque además de mi recompensa, Enrique insistió en que me fuese con él el jueves siguiente a Madrid a ver a Bauhaus, y yo, que siempre me han vuelto loco y que encima me quedé sin ver a los Depeche, hice todo lo posible por poder ir. Y allí que me planté.
Enrique estaba ya en El Puerto de Santa María grabando el disco doble que prepara con Nacho Vegas (días después me enteraría de la espantá de Carlos Ann ¿qué habrá pasado?) y venía ese día a Madrid para una megaentrevista con El País. Quedamos en su hotel, charlamos, echamos unas cañas y nos fuimos al concierto. Imaginaos nuestra cara al llegar a la Riviera y ver que todavía no habían abierto puertas. La cola de siniestros llegaba bien lejos y los dos maños (con nuestras compañías) nos quedamos un poco perdidos. Ahí ya comenzó el agobio ese de “mira quién es ese” y encima descubrí que conozco mucha más gente que Enrique en Madrid. Yo iba saludando a diestro y siniestro (más bien a siniestro y siniestro) y Enrique iba enfilado hacia la cola de invitados, lo que me obligó a trotar detrás de él fielmente, lo que dejó a un montón de amigos y conocidos con ganas de hablar más conmigo y seguramente de que se lo presentase. Bueno, yo a lo mío no sea que en un renuncio se olvide de mí y me deje fuera.
Y ahí nos plantamos con todo nuestro poderío a ver a los Bauhaus, uno de mis grupos favoritos de siempre, aunque he de reconocer que en su época se me hicieron un poco áridos. Vamos, que me han ido gustando más con los años y canciones que de crío me sonaban más raras, ahora me parecen preciosas canciones pop. Pese a esto, Bauhaus no han perdido ni un ápice de caña, glamour y buen hacer. Hicieron una actuación memorable, como la podían haber hecho más de 20 años atrás, con la ventaja de que ninguno ha dejado durante este tiempo de hacer cosas en la música, lo que se nota a la primera. Hasta Enrique me dijo que ha sido el único grupo de estos que se juntan de repente que le ha gustado. Y realmente Bauhaus siguen teniendo ese magnetismo especial que sólo esos 4 seres, entre atractivos y terroríficos, han sabido crear. Y Peter Murphy es el puto amo (Paranoia dixit) y Daniel Ash sigue siendo un tremendo imán para los sentidos. Una gozada, vamos.
Nos juntamos con mis amigos Alex, Antonio y Manolo y con Miguel, de Digital 21 y nos fuimos a tomar algunas cervezas más y a charlar un ratico. Y desde el Costello, el aragonés errante se nos perdió entre las brumas de Hollow Hill camino a su hotel o quizá a su refugio (momentáneo) de El Puerto de Santa María.
Me invitó a ir, e incluso hablé con Antonio Estación de pasar allí unos días, pero si está currando, mejor que vaya a lo suyo. Ya me he tragado yo bastantes estudios de grabación como para meterme en uno si no es estrictamente necesario. Ya me apuntaré cunado esté todo terminado y sólo vaya a disfrutar del sol, del vino, de los pescaítos y de los amigos, que aunque no muy próximos, siguen estando muy cerca.
A Enrique le vi bastante bien. Su merecida escapada a Cuba y el Ceda el Paso en su carrera, definitivamente le han sentado bien. Entre bromas (yo me río mucho con él: la verdad es que conmigo nunca ha sacado esa vena huraña o arisca de la que tanto se le ha tildado; supongo que nunca lo he merecido) le saqué el tema del famoso concierto de Zuera que colgó apenas comenzado y me acordé que todavía llevaba la entrada en el bolsillo… A ver quién es el guapo que se va de propio a Zuera una mañana para que te devuelvan 15 euros… Pues entre juju y jaja conseguí que me devolviese el dinero. Bueno, todo no, me conformé con 10 euros por no hacerle cambiar (intención puso) pese a que no paraba de decirme que estaba haciendo el bobo y que esa entrada, que por cierto nunca había visto, iba a valer mucho. Yo, por no quedar mal, le dije que tenía cientos de entradas de los Héroes guardadas para caso de necesidad y que si había prometido devolver el precio de la entrada, que cumpliese y se dejase de retórica. Todo esto ante la mirada estupefacta de Antonio Estación y Josegirl (y de los Sullivans y otros conocidos), que parecían esperar que Bunbu me saltase a la yugular. Pero no. Nos reímos del asunto y seguimos atentos al concierto.
De poco me sirvió. Antonio Estación cuasi me obligó a pagar una ronda con lo cual los 10 bunbueuros desaparecieron rápidamente, junto algunas monedas más, en las zarpas de la camarera. Bueno, sí me sirvió porque además de mi recompensa, Enrique insistió en que me fuese con él el jueves siguiente a Madrid a ver a Bauhaus, y yo, que siempre me han vuelto loco y que encima me quedé sin ver a los Depeche, hice todo lo posible por poder ir. Y allí que me planté.
Enrique estaba ya en El Puerto de Santa María grabando el disco doble que prepara con Nacho Vegas (días después me enteraría de la espantá de Carlos Ann ¿qué habrá pasado?) y venía ese día a Madrid para una megaentrevista con El País. Quedamos en su hotel, charlamos, echamos unas cañas y nos fuimos al concierto. Imaginaos nuestra cara al llegar a la Riviera y ver que todavía no habían abierto puertas. La cola de siniestros llegaba bien lejos y los dos maños (con nuestras compañías) nos quedamos un poco perdidos. Ahí ya comenzó el agobio ese de “mira quién es ese” y encima descubrí que conozco mucha más gente que Enrique en Madrid. Yo iba saludando a diestro y siniestro (más bien a siniestro y siniestro) y Enrique iba enfilado hacia la cola de invitados, lo que me obligó a trotar detrás de él fielmente, lo que dejó a un montón de amigos y conocidos con ganas de hablar más conmigo y seguramente de que se lo presentase. Bueno, yo a lo mío no sea que en un renuncio se olvide de mí y me deje fuera.
Y ahí nos plantamos con todo nuestro poderío a ver a los Bauhaus, uno de mis grupos favoritos de siempre, aunque he de reconocer que en su época se me hicieron un poco áridos. Vamos, que me han ido gustando más con los años y canciones que de crío me sonaban más raras, ahora me parecen preciosas canciones pop. Pese a esto, Bauhaus no han perdido ni un ápice de caña, glamour y buen hacer. Hicieron una actuación memorable, como la podían haber hecho más de 20 años atrás, con la ventaja de que ninguno ha dejado durante este tiempo de hacer cosas en la música, lo que se nota a la primera. Hasta Enrique me dijo que ha sido el único grupo de estos que se juntan de repente que le ha gustado. Y realmente Bauhaus siguen teniendo ese magnetismo especial que sólo esos 4 seres, entre atractivos y terroríficos, han sabido crear. Y Peter Murphy es el puto amo (Paranoia dixit) y Daniel Ash sigue siendo un tremendo imán para los sentidos. Una gozada, vamos.
Nos juntamos con mis amigos Alex, Antonio y Manolo y con Miguel, de Digital 21 y nos fuimos a tomar algunas cervezas más y a charlar un ratico. Y desde el Costello, el aragonés errante se nos perdió entre las brumas de Hollow Hill camino a su hotel o quizá a su refugio (momentáneo) de El Puerto de Santa María.
Me invitó a ir, e incluso hablé con Antonio Estación de pasar allí unos días, pero si está currando, mejor que vaya a lo suyo. Ya me he tragado yo bastantes estudios de grabación como para meterme en uno si no es estrictamente necesario. Ya me apuntaré cunado esté todo terminado y sólo vaya a disfrutar del sol, del vino, de los pescaítos y de los amigos, que aunque no muy próximos, siguen estando muy cerca.
1 Comments:
Se te ha olvidado el final de la frase:
Peter Murphy es el puto amo... y de mayor quiero tener el ropero de Daniel Ash!!!! ;-)
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