Monday, June 12, 2006

El Rincón de Goya

Esta ciudad cada vez se parece más a la de Dark City, esa película extraña y fascinante donde cada día comenzaba de cero porque una raza de alienígenas cambiaba todo cada noche y las vidas comenzaban de nuevo sin ningún pasado. Algo así hace cada día nuestro alcalde el pianista, llamado ya por muchos Alberto Keops, por su megalómano afán constructor, digno de un faraón.
No me voy a meter, ni creo que lo haga, a disquisicionar sobre si la Expo es beneficiosa o no para esta ciudad o lo será sólo para los especuladores y toda esa calaña que se enriquece con estas cosas. Cada vez me da más repelus acercarme a todo lo que huela a política e instituciones. De hecho todavía tengo miedo de que mi aportación junto con Niños del Brasil y el resto de participantes en el disco de Medio Ambiente de la DGA, no sirva para la promoción de una causa justa y de una región que amo, como fue la idea original, y se pierda entre debates políticos y sólo sirva de promoción para determinados intereses. No quiero ser agorero. Aquí no somos así. Esto no es Marbella. Aquí nadie se ha enriquecido jamás a costa del contribuyente...
Todos suponemos que los cambios que se están efectuando deprisa y corriendo en esta ciudad serán beneficiosos para todos y elevarán nuestra calidad de vida y que Zaragoza se acercará de nuevo al pelotón de cabeza de las ciudades españolas del que se estaba descolgando. Si eso es lo que se pretende, claro, que vivir en una ciudad pequeña también tiene sus muchas ventajas que nosotros ya hemos perdido. Pero bueno, los maños somos bastante sufridos y nos apañamos con poco. Nos vamos a Madrid de fiesta o aprendemos catalán y estudiamos en Barcelona, o soportamos insufribles desplazamientos veraniegos para ir a darnos un chapuzón, o ahorramos un poco y nos vamos a Londres con Ryan Air a ver algo de color cosmopolita.
A mi es que me cuesta mucho aceptar los cambios. Con lo liberal que soy yo, o lo intento, con lo tolerante que soy, y lo abierto y lo desprejuiciado, todavía me cuesta aceptar los cambios. Y es que también soy muy pesimista por naturaleza, aunque a veces el Planeta Heidi aproxime su órbita e influya alegremente en mi existencia. Siempre pienso lo peor, del tipo "la Expo va a ser una cagada y la han organizado 4 para repartirse la obras. Luego se quedará todo abandonado y triste, como esa preciosa estación de la Cartuja de Sevilla, que da casi más pena que la de Canfranc". Siempre pienso cosas como que los riesgos no son necesarios porque nada tiene solución hagamos lo que hagamos. Pero bueno. Mi parte aventurera y positivista (y el apoyo de mis amigos) termina por empujarme palante porque si no, hace mucho tiempo que no haría nada.
Otra cosa que me revienta de los cambios es su inutilidad. Y sobre todo, que se meta la pata y se derrochen millones y millones tontamente. Por ejemplo: la carrera espacial. Un, dos, tres responda otra vez. Por un pastón cada respuesta, dígannos cosas que los gobiernos hagan inútilmente en vez de preocuparse de cosas más serias. Entre las respuestas hay una muy clara: la demolición de El Rincón de Goya.
El Rincón de Goya es un anfiteatro que se construyó en el Parque Grande de Zaragoza hace más de 20 años. Un sitio privilegiado en un rincón del Parque que no se usaba para gran cosa y que seguramente habría terminado como otra terracita más. Y se construyó un recinto que ha sido indispensable para el crecimiento cultural de esta ciudad. No muy cómodo, si; no muy apropiado para una ciudad de clima extremo, si; no muy moderno desde su misma concepción, que precisamente incluía la imperfección yo creo, ya que siempre pareció más un reducto de cultura alternativa que un Auditorio con otros fines. Pero muy válido como centro de reunión.
Ahora se esgrime que está en estado ruinoso y que lo mejor será que lo quitemos de en medio. Por que no tengo ni cerebro ni paciencia, pero me gustaría revivir para todos vosotros la cantidad de cosas bonitas que recuerdo de esta ciudad en los 40 años de mi existencia, que han desaparecido por criterios similares o incluso de menor importancia. No os podéis ni imaginar cómo era Sagasta cuando yo era un crío. Ni recuerdo yo ya casi el Coso bajo, con la antigua Universidad. Ni muchas otras cosas. ¿A que no os acordáis ya del Tubo? Y no hace tanto...
Zaragoza, como Dark City, muta cada día. A veces las cosas se salvan y se cambian de sitio antes de que el progreso se las lleve por delante, como el kiosko modernista del Parque. O se afianzan en sus pétreas raíces como el Mercado Central, que a punto estuvo de ver la escavadora. ¿Qué hubiese sido de todo el Casco Histórico si el famoso alcalde picota hubiese alargado el Paseo Independencia hasta el Ayuntamiento? Pues un desastre. Como fue la renovación de la Plaza del Pilar y la demolición del templo romano que ocultaban sus sacras losas en favor de un parking de pago. Por no hablar de la Plaza de La Seo y ese horrendo monumento a la fealdad urbanística que es el Museo del Foro romano. Y esto no creo que sea por mi miedo a los cambios, al progreso o a lo desconocido. Es por miedo a lo que otros hacen en mi nombre.
Y yo no quiero que tiren el Rincón de Goya. Yo creo que aun sirve para muchas cosas, sobre todo para las que no caben en otros emplazamientos. Hay muchas facetas de la vida cultural de una ciudad que pueden tener una gran cabida entre sus demolidas gradas. El rock alternativo, los festivales de dance, el rap que tanto miedo provoca entre los políticos o hasta el botellón, que irremediablemente se ha asentado entre nuestros críos, serían bienvenidos de nuevo en ese rincón olvidado. O el neofolk, que tanto le pega. O festivales joteros los domingos de primavera...
Restaurarlo no debe tampoco servir para grandes presupuestos ni nuevas concesiones a las firmas constructoras. Realmente, a mi me encanta como está, cutrillo, y así quedará más todavía para la cultura alternativa y alejará otro tipo de eventos que ya tienen sus localizaciones.
Ya amenazaron con tirarlo con los planes del Tercer Cinturón y ya me pareció mala idea. No creo que conservarlo y mantenerlo digno sea una gran extorsión para nuestras arcas (que por otra parte, perecen no tener fondo) y creo que puede dar mucho juego para la vida alternativa del verano zaragozano. ¿O hay otros intereses que se me escapan?
Yo quería contaros mis recuerdos del Rincón de Goya, pero me enrollo y se me acaba la página. Quizá otro día os contaré que yo fui el primer cantante aragonés en estrenar el Rincón de Goya, con los John Landis Fans allá por el 85 o así, tras la inauguración oficial a cargo de Mecano, y junto a Nacho Serrano y los Boda de Rubias que presentaban los dos temas que grabaron con DRO, en una preciosa noche en la que los Nikis botaban en el escenario del Pabellón de San José (necesariamente extinguido, aquí no digo nada porque, aunque lleno de recuerdos también, era un horror) en la otra punta de la ciudad, o que en el Rincón hicimos Niños del Brasil nuestro primer concierto importante en Zaragoza. Después de probar el directo de nuestro primer disco por pueblos varios, volver triunfantes a nuestra ciudad y llenar el Anfiteatro el día de San Jorge, ante 1.500 personas (mis padres incluidos), es una dicha inolvidable. O cuando me quedé sin entradas para ver a Leonard Cohen y no había manera (legal) de colarse y nos quedamos tirados por los alrededores disfrutando de la voz ronca de Leonardo, o cuando gritábamos Mariano palcalde! Mariano palcalde! ante el verbo torrencial de Mariano Chueca al frente de sus Distrito 14 (ya había pisado el Rincón con su proyecto ochentero Pekora Jarris), o cuando vi allí a los Tako en pleno lanzamiento nacional de su disco más conocido fuera de Aragón, o cuando pinché en una fiesta que organizó Antonio Estación y desde las gradas torturaba al personal con Kraftwerk, Monaco o Republica, o cuando vi a unos jovencísimos Héroes telonear a La Unión, o cuando bajé con un tandem alquilado, un domingo de after a besuquearme en sus gradas con mi amiga la Chini...
Muchos muchos y muchos más recuerdos que me vienen así en tropel. Y otros muchos que no cito por no recordar bien. Muchas vivencias están prendidas a ese escenario, a ese rincón de nuestro corazoncito. Como el huracán que casi se nos lleva una tarde de verano mientras probábamos sonido de un concierto que no pudo ser, mientras los árboles caían rotos a nuestro alrededor, nuestro telón arrastraba hacia el suelo el puente de luces y nuestra carísima Ovation acústica recién comprada salía volando...
Otro huracán amenaza el Rincón de Goya. ¿Tendremos manos suficientes para evitar que vuele?

Más información:
http://www.aragonmusical.com/modules.php?name=News&file=article&sid=954

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